La micología es sin duda, con la caza y la pesca, la actividad que más personas saca al campo en España.
Máxime cuando algunas variedades en particular, que son muy apreciadas en la cocina y en los mercados, llegan a alcanzar precios desorbitados como es el caso del Boletus, o, de los Niscalos, por decir unos, ejemplos.
Pero en general, salvo aquellos que encuentran en la recolección un medio de vida, como es el caso de muchos pueblos de nuestra geografía, los seteros coinciden en una cosa: la parte más placentera del universo micológico es la recolección, por encima de su degustación o su posterior venta.
Y es que el otoño, época en la que brotan la mayoría de las especies, es un momento del año muy agradable para dar un paseo por la naturaleza.
Es por eso que muchas veces, el peso de la cesta al final de la jornada es lo de menos si hemos podido disfrutar de un día calmo en un pinar, robledal o unos herbazales en busca de champiñones, lepiotas, boletus, senderuelas o setas de cardo.
Así pues, las setas son un atrayente pretexto para disfrutar y su recogida, además, puede proporcionarnos una suculenta cena.