En la cocina del restaurante Ramón Freixa hay atrevimiento, innovación y sensatez, una técnica impecable y numerosos juegos visuales y gustativos. Una cocina que podemos descubrir en «Secuencias», el nuevo libro del cocinero Ramón Freixa.

La cocina de Ramón Freixa se podría calificar de muchas maneras, pero sin duda alguna las palabras que mejor la definirían serían locura y sentido común, en perfecta armonía.

Porque llegar hasta donde ha llegado Ramón Freixa, después de muchos años de trabajo, en silencio, y ofreciendo algo diferente a las «modas» culinarias pasajeras, tiene su recompensa. Y esta no es otra que el reconocimiento otorgado por parte clientes y críticos a una forma única de entender la cocina.

En la cocina de Ramón Freixa hay atrevimiento, innovación y sensatez, una técnica impecable y numerosos juegos visuales y gustativos. Una cocina que se ofrece a través de secuencias, que comienzan con divertidos snacks y continúan durante todas las propuestas que nos presenta con esa división de cada plato en otros tantos distintos de los que se supone que uno es el principal, y los otros acompañamientos, aunque muchas veces son estos últimos los que asumen todo el protagonismo en cada una de estas secuencias.

Esto que es tan complicado de explicar, es muy fácil de entender, y de disfrutar, gracias a la publicación de este libro en el cual Ramón Freixa nos detalla y explica el porqué de su cocina. Que podemos degustar “in situ”, a través de una experiencia gastronómica única, en el restaurante que lleva su nombre en Madrid, galardonado con dos estrellas Michelin y tres soles Repsol.

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En las más de 400 páginas que tiene el libro Secuencias, Ramón Freixa nos muestra y enseña algunas de sus mejores elaboraciones a través de excepcionales imágenes, en gran formato (realizadas por los fotógrafos Carlos Allende y Javier Peñas), que acompañan cada texto y receta. Además de otras láminas con dibujos que detallan el proceso creativo de algunos de los platos.

Secuencias, más que un libro, es una obra de arte. Un libro para tener en casa, no en la cocina, que también, más bien para tener en la mesa de nuestro salón, para enseñar y consultar cada vez que queramos deleitarnos visualmente con las obras maestras de uno de los cocineros más «loco» y coherente que tenemos actualmente en nuestro país.

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