El Albariño de las Rías Baixas «Vionta«, propiedad de la empresa Freixenet, ha tenido buen recibimiento por parte del consumidor chino.
Freixenet abrió hace cuatro meses un local comercial en la ciudad de Dalian, en una de las zonas más desarrolladas del sur de China, para presentar su amplia oferta de vinos internacionales, en una ciudad que abre sus puertas de par en par al consumismo de productos extranjeros.
Los vinos españoles son apreciados en el país por su calidad, pero es el vino francés quien sigue siendo más popular entre el cliente chino, que compra más por ostentación y tradición que por calidad y experiencia.
La mayoría de los clientes del vino en China la constituyen restaurantes y hoteles.
El consumidor particular todavía no tiene el hábito de beber vino en casa, y las ventas en superficies comerciales, donde las botellas tienen un precio casi tres veces superior al europeo, debido a los aranceles, son bajas.
El caso del turista chino que gastó más de 23.000 euros en bebidas alcohólicas en el duty free de un aeropuerto parisino, entre ellas, una botella de vino tinto Mouton Rothschild de 1945, es un ejemplo de que los hábitos cambian con rapidez en el gigante asiático.
«Las bodegas francesas hacen el mejor márketing, las americanas son las que tienen más presupuesto y las australianas se benefician de su proximidad geográfica con China», comenta Rodrigo Ribeiro, director de exportación de Zane International, propietaria de las bodegas Luis Ferreira, en Portugal, para explicar la difícil situación de las empresas españolas y portuguesas, que han llegado con retraso a un país con más de 150 millones de consumidores de clase media que adoptan rápido los hábitos occidentales.